18 de març de 2015

La educación: El ibuprofeno social

Da igual el problema que surja. De repente unos terroristas matan a unos periodistas en París, sale una pedagoga aludiendo que el problema es de la falta de “educación” -luego, más tarde,se descubre que algunos de estos terroristas resulta que han estudiado en universidades, que tienen carreras y demás-. Durante la crisis, algunos medios justificaban el atraco sufrido por los clientes de los bancos con una “falta de educación financiera”. Si una niña se va de excursión y vuelve embarazada, la culpa es de la “falta de educación sexual en los colegios”. Si un joven conduce un coche a 250 kms, tiene un accidente y se lleva a alguien por delante, al final, saldrá algún pedagogo-psicólogo diciendo que lo que realmente falta es más “educación vial” en las escuelas.

Al principio de ser profesor, cuando oía éstas y otras frases, de que con la educación se podía mejorar casi cualquier aspecto negativo de la sociedad, te sentías muy satisfecho. Guau,tengo una responsabilidad y un deber maravilloso, educar y formar a los futuros ciudadanos para que sean mejores personas, e incluso, poder mejorar individualmente la vida de algunos alumnos con problemas. Pero pasa el tiempo, y al volver a oír estas mismas frases ya no te hacen la misma gracia. Y todo porque vas descubriendo, que en el fondo, es una especie de mantra moderno, de un dogma que se repite por doquier, pero que en fondo, y desgraciadamente, está lejos de ser verdad.

No puedo negar que gracias a Dios, los profesores, maestros, educadores, todos los que trabajan en la educación pueden y deben -y a veces se consigue- mejorar ciertos comportamientos no deseables a nivel social. Pero siendo esto verdad, también es verdad que al igual que el ibuprofeno en medicina, la educación no lo puede curar todo. O al menos, tal y como se entiende en estas frases el concepto de educación, como sinónimo de “en la escuela”.

Y menos en un país en el que se les exige a los profesores que den una educación en valores, y cuando te giras, te das cuenta que casi nadie-y menos los que nos gobiernan- cumplen con esos valores. ¿Hablamos de honradez? Creo que estamos a la cabeza de corrupción. ¿Hablamos de responsabilidad? Cuando un conocido famoso que ha matado a una persona, y los controles de alcoholemia dicen que doblaba la tasa permitida, él asume que “me mojé los labios”. ¿Hablamos de interés por la ciencia y la cultura? En un país en el que el debate de G.Hermano VIP tiene más audiencia que toda la parrilla de la 2.¿Hablamos de esfuerzo, interés por el estudio? En un país que expulsa a licenciados y personas cualificadas con másteres, e importa desgraciadamente a personas con escasa o nula cualificación profesional. Además, aquí, importa más a quién conozcas, que qué méritos hayas conseguido. Como dice un refrán muy valenciano “Qui te padrins, es bateja”. Y así podría estar dos días enteros…

Pero el problema más grande de todo esto, es que todos aquellos que intentan justificar o explicar cualquier acto deleznable con la coletilla de “falta de educación”, en el fondo lo que esconden y deberían decir es “falta de responsabilidad”. Estamos acostumbrándonos a echar la culpa a otros de casi todos nuestros males, y esto al final, se paga. Si yo soy un mal padre, violento, machista por mucho que en la escuela hagan debates sobre la vida es bella o la lista de Schindler, tengo muchas posibilidades de que mi hij@ me salga un mal bicho. Si siempre conduzco a 200 por hora en la autopista, por mucho que se le diga al niño que no puede pasar de 120, al final no me hará caso.  Si nuestros hijos ven que el que hace daño, el que engaña, el que roba, el que chilla, el que no razona, al final sale ganando, por mucha educación y mucha educación en valores, repetirán estos modelos que tanto se quieren erradicar, porque el ibuprofeno puede mejorar un resfriado, pero nada puede hacer frente a una enfermedad terminal.

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Qui és Carlos Font?


Nascut a Benissa. Licenciat en Història per la Universitat d'Alacant.